Duda convaleciente...

Nunca como hasta ahora me sentía tan liberada de ese sentimiento de inconformidad con lo que hago actualmente. Supongo que todas esas dudas de tu vida se acumulan dentro de ti hasta que explotan de una u otra forma.

Luego de pensar en lo anterior, viene a mi mente esa teoría de que cuando guardas ese tipo de cosas y no las liberas es que te enfermas de verdad y ahí vienen, el cáncer, las infecciones graves, en fin, enfermedades. Al no liberarlas te pones deprimido y estar triste es estar enfermo, no hay duda de eso, todo en ti comienza a decaer, mientras avanza la depresión todo tu cuerpo se debilita y por ende te enfermas, de lo que sea.

Es por eso que ayer fue un día de curación, antes de volver a colapsar como ya he hecho varias veces. Me levanté tarde y me armé de valor para ir a la universidad. Mi madre iba a sus clases de Chef y ofreció llevarme. En el camino le conté lo que sentía y me desahogué, porque la verdad el asunto era algo serio y como adulta que es, quería saber su opinión. Quería que me zarandeara o que me chirleara para que de alguna forma despierte, incluso esperaba que se enojara conmigo y que me mandara al diablo, y hubiera tenido razón, porque después de cuatro años en esa facultad y salir con que “odio lo que hago, quiero salir de ahí” yo definitivamente esperaba una patada con un “anda a estudiar y déjate de tonterías”, pero no, incluso dejó de ir a sus clases para escuchar lo poco que decía mientras mi herida sangraba a borbotones por mi ojos, definitivamente cuando lloro no puedo hablar.

Que iras que tenía, odio llorar, lo odio, cuando comienzo no puedo terminar y de repente todo lo que había ahí (lugar desconocido, supongo que el alma) se vuelca como si tuviera un banco de penas y se dejara una puerta abierta por la cual salen todas sin que nadie las detenga, comienzo a acordarme de todo lo que siento y no puedo parar. Luego de un momento dejé de luchar contra mi misma, era imposible sobreponerme porque mi espíritu estaba algo caído ese día, definitivamente no tenía fuerzas para enfrentar el mundo por eso decidí no ir a clases y le pedí a mi madre que me llevara a otro lugar, no me importaba donde, solo quería huir de ahí.

Mientras la idea de pegarme un tiro pasaba por mi mente, mi madre me habló de la vida en general, me dijo que nada es fácil para nadie, es por eso que no todas las personas tienen títulos y son profesionales, de alguna forma, me dijo, la vida es de los valientes y que uno debe tener el coraje de enfrentarla. Me dio valor para seguir adelante porque ya estoy en más de la mitad de la carrera y sin una profesión para el mundo no eres absolutamente nadie. Me dijo también que hay cosas peores, tiene razón. Me habló de su madre, mi abuela, a la que conocí superficialmente porque solo tenía cinco años cuando falleció, me dijo que así como yo hablo con ella, un día le dijo que se iba a morir, no se porque siempre saca eso a colación, supongo que esa fue una de las cosas que marcó su vida, y ¿a quién no? La muerte de uno de tus padres debe ser indescriptiblemente triste, y la muerte es algo que en verdad no tiene remedio.

Ahora me siento mejor, pero algo convaleciente de lo de ayer que parece tan lejano. Me siento como cuando me operaron del apéndice (digna historia se la contaré a uds. algún día), es como si tuviera una herida que se cierra dentro de mí, poco a poco, y me cuesta caminar pero. Veo a la gente y la siento distante, no saben lo que siento y creen que soy un bicho raro, lo veo en su mirada, no me importa, me han visto así toda la vida y no voy a empezar a preocuparme ahora porqué lo hacen. Me siento aislada de una forma extraña, pero incluida al mismo tiempo a la fuerza a esta sociedad.

¿Será que lo siento ahora es madurar?

Solo puedo responder con mis tres palabras favoritas, “no lo sé”.

Distante pero suya,

Nymphadora